Por Emilio Bassi Amín*
Vivir hoy en China es una extraordinaria oportunidad que llegan cuando favorables vientos llevan esta Nación hacia un futuro esperanzador para sus habitantes, entre quienes se cuentan Latinos y otros extranjeros de diversos países. Una gran minoría en constante aumento conformando un grupo de privilegiados con diferentes razones y proyecciones individuales a nivel personal o profesional para estar aquí.
Las vivencias que aquí se nos presentan a diario son ocasiones para crecer integralmente y a veces nos pueden sorprender, teniendo en cuenta que hasta hace apenas algunos años China nos parecía muy lejana, cuando desde Occidente tratábamos de aprender algo de su milenaria historia o la actualidad nacional, las costumbres locales y la idiosincrasia de su población. Pero ahora estamos aquí. Es un hecho muy cierto, una realidad tangible. Todo lo que ocurre lo estamos presenciando hoy, en directo, siendo testigos y participes de la transformación de esta gran nación.
Sin embargo, antes de llegar y empezar a descubrir China desde dentro, sus imágenes de país distante nos venían a la mente a través de noticias en diversos medios. Sabíamos algo por lo percibido desde afuera y viendo a sus emigrantes establecidos en nuestras ciudades latinas, algunos comercializando lo producido en sus hortalizas y granjas avícolas y otros que inicialmente nos dieron a conocer parte de su variada gastronomía, cuya ilimitada combinación de ingredientes, aromas y sabores ahora y aquí mismo seguimos degustando, compartiendo mesa con nativos.
Entre quienes en Occidente han visto «El último Emperador” de Bernardo Bertolucci y ahora residen aquí, tal vez pocos se imaginaron recorriendo los pabellones, plazas y jardines de La Ciudad Prohibida, que en aquel entonces y por primera vez abrió sus puertas a un director extranjero para permitirle filmar una película histórica basada en la biografía de Pu Yi y que seria ganadora de nueve premios “Oscar”, en tiempos en que aún se pensaba que este era un país casi inalcanzable y que sólo era posible conocer algo de él en pantallas de cine o televisión y a través de enciclopedias.
También hemos repasado los relatos de Marco Polo y demás exploradores y misioneros que dejaron huella en estas tierras; o en la obra de Pearl Buck, escritora estadounidense, ganadora de Premios Pulitzer (1935) y Nobel (1938) que vivió aquí por unos cuarenta años, y leyendo libros sobre temas relacionados con China, la filosofía de Confucio, el Feng Shui, la medicina tradicional y otros.
Se consideraba poco probable lograr franquear y recorrer la Gran Muralla que veíamos como una maravilla que sólo se podía apreciar en fotografías o documentales, al igual que los Guerreros de Terracota. Pero cambiaron los tiempos y trajeron aires de apertura que fueron propiciando el arribo de cientos de extranjeros a China, donde todo el mundo parece haberse dado cita, convirtiendo algunas ciudades de este país en urbes tan cosmopolitas. Esto nos ha permitido tener por momentos la sensación de estar a la vez en cualquier capital o gran ciudad occidental cuando estamos en Beijing, Shanghái o Hong Kong.
Las facilidades y posibilidades de viajar hacen que llegar a China y descubrirla este al alcance de creciente numero de personas y que permanecer aquí no tenga ya la connotación de aislamiento y lejanía de otras épocas, sin que la nostalgia por lo vivido en nuestros países desaparezca del todo. En compensación a lo propio que dejamos de tener cerca y que va quedando en el pasado, en China estamos descubriendo, aprendiendo o conociendo algo nuevo cada día: sea el idioma, un sitio histórico, una ciudad; o a nivel humano, mediante la interacción con la población nativa.
Y, para nuestra sorpresa, siempre encontramos algo que nos puede recordar nuestros lugares de origen, por la diversidad de la geografía de un país que tiene las dimensiones de un continente, con regiones muy similares a algunas de Latinoamérica en cuanto a topografía, clima y flora; por la riqueza folclórica y el colorido de trajes y artesanías típicas que los asimilan a los nuestros o nos evocan los Carnavales; lo que cada provincia ofrece de su gastronomía, con ingredientes que nos son familiares, o por las frutas tropicales tan nuestras que se cultivan también aquí.
Pero lo que convierte nuestra permanencia aquí en una experiencia aún más grata y llevadera para los hispanos, una vez superada de una u otra manera la barrera idiomática, es el hecho de tener algunos valores en común y cualidades compartidas con el pueblo local, como lo son el calor humano que invita a socializar y el apego por la vida en familia, entre otras características que nos hacen sentir en casa, aun estando en China.
* Arquitecto Colombo-Libanés, se desempeña como profesor universitario.Vivió 7 años tanto en el Líbano como en China, donde aún esta radicado. Desde el 2012 colaborador de «Hola China».
黎巴嫩-哥伦比亚裔的建筑师,大学教授。在黎巴嫩和中国住了七年,现居中国。自2012年起作为Hola China的撰稿人。